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domingo, 27 de febrero de 2011

Falsa moral de Gadafi

Hasta ayer el autonombrado “líder de la revolución” libia, Muamar el Gadafi, controlaba Trípoli. El control militar no suponía su propio autocontrol a juzgar por sus discursos. La catarata de amenazas de muerte exhiben públicamente lo que fue un secreto a voces por más de 40 años de predominio y férreo control político y militar.
El efecto dominó de los países árabes donde las monarquías, teocracias y autarquías son cuestionadas y rebasadas por las protestas populares no orgánicas tocó al tirano. Gadafi fue durante años aliado del bloque prosoviético y ‘antiimperialista’ (léase antiestadounidense) durante la Guerra Fría. Tras la caída del Muro de Berlín se mimetizó y adaptó al mundo unipolar.

La doble moral de Gadafi fue práctica común de los pragmáticos occidentales que buscaron su petróleo. Ya no era el terrorista y protector de guerrilleros de antes. Con una montaña de dólares purgó sus crímenes del pasado.

Adalides de la doble moral lo abrazaron y le sonrieron. Otros lo toleraron. Hugo Chávez hizo el sainete de darle la espada de Bolívar. Un símbolo de libertad para un caudillo atroz que, como se ve hoy, no tiene empacho en mandar a liquidar a su pueblo en la brutal represión y genocidio. Hoy, el eje de la Alba le apaña. El mundo civilizado lo condena. La ONU busca sanciones.

Para terminar sólo  me resta por decir que todos los pueblos del mundo aspiran a la libertad, porque la libertad es inherente a nuestra naturaleza como seres humanos. Una dictadura es una dictadura en Libia y en cualquier parte del mundo, sea de la izquierda, la derecha o el centro. Da lo mismo el discurso, da lo mismo la sofisticación ideológica. El dictador, aquel que se perpetuar en el poder, aquel que lo hace a costa de una sociedad entera, aquel que quiere hacer creer a su pueblo que él es la revolución, acabará enterrado por su propia retórica. Lo que demandó cuando llegó al poder en olor de multitud le será demandado cuando sus excesos terminen con la paciencia de sus pueblos. Si tiene suerte y muere en el poder, lo que sobrevendrá será la libertad. La democracia asomará siempre en el horizonte.


Ben Alí, Mubarak, Gadafi y los que aún quedan y les espera la misma suerte, fueron y son dictadores. La dictadura es intolerable, hay que combatirla desde la democracia y terminar con los fútiles argumentos de sus justificaciones totales o parciales, no hay dictadores buenos, como no hay muertos de derecha o de izquierda. La sangre no redimirá a Gadafi, por el contrario, lo revela como lo que es, un dictador sanguinario.









sábado, 19 de febrero de 2011

Muy cerca el fín de los dictadores

Creo, sin temor a equivocarme, que se ha probado que la libertad debemos conquistarla día a día. En realidad, es un derecho que corresponde defenderlo a capa y espada.… Eso es lo que acaba de sentir en carne propia el pueblo egipcio, que durante treinta años, ha permanecido bajo la férula oprobiosa de la dictadura de Hosni MubaraK.


El pueblo egipcio ha dado una lección al mundo en defensa de la libertad y los derechos humanos, que tanto se los proclama, pero que se los vulnera en forma reiterada. MubaraK ha permanecido por decenios en el poder respaldado por oligarquías poderosas que han hecho de la sangre, el sudor y las lágrimas de su pueblo el escarnio, la mofa, la burla, de sus inconfesables apetitos. Pero lo que si llama la atención al mundo que un déspota de esta calaña, durante su gobierno, lo único que le ha preocupado es hacer una fortuna, cuyas cifras escandalizan cuando se dice que pasan de los setenta mil millones de dólares, en uno de los cálculos más conservadores. Esa la fuerza, ese el poder que les ha permitido, mediante políticas clientelares, permanecer en el gobierno... Lo extraño, que poco o nada se puede hacer por controlar cómo se amasan esas fortunas, que dejan desconcertados al común de los mortales, mientras buena parte de las personas tiene que sostenerse con un dólar diariamente y aquello merced a la caridad, a veces, bondadosa del prójimo. Estas desigualdades temerarias es lo que provoca el caos, la crisis, la inseguridad, el descontento del ciudadano corriente… Ese desequilibrio social es lo que está haciendo perder la fe en los valores supremos del espíritu… Pero toda esa maraña monstruosa que se mantiene en el mundo está guardada en bancos internacionales donde se mantiene en absoluta reserva estos cuantiosos capitales, que mediante hilos secretos, maneja la política internacional que impone condiciones, dicta leyes y hace de los hombres los nuevos esclavos de un mundo globalizado… La satisfacción del pueblo egipcio, es inapreciable, al saber que se ha acabado con el sátrapa de turno, entorchado en dólares, dueño de palacios en diferentes países extranjeros, para vivir como un jeque oriental, una especie de Berlusconi italiano, en donde su vida se ha reducido a vivir en el lujo, el vino y la molicie más desenfrenados. Este mundo que tenemos la impresión que está podrido en sus raíces y que sentimos la necesidad de insuflarlo, para vivir una vida más digna, más libre, más humana; un mundo donde la vileza todo lo ha dañado, todo lo ha corrompido y tan sólo se escucha el tintineo metálico… Esa nuestra satisfacción cuando hemos podido ver y escuchar en la pantalla chica el alborozo, la felicidad, la alegría desbordante de una nación, cuando el tirano, el mandamás, el déspota, abandona el poder, cuando el ciudadano, en caudaloso torrente recorre las calles, es cuando surge airoso el principio inmutable de libertad que justifica la existencia de los pueblos. Por su parte, las FF. AA, de ese país, conscientes de su deber, garantizan el retorno al orden democrático y constitucional…

Sea el momento de  formular nuestros votos porque ese paso victorioso del pueblo egipcio sirva para mantener fresco y lozano el ideal de libertad, en un mundo de caos e incertidumbre en donde no faltan los dictadorzuelos y dictócratas de opereta…





domingo, 6 de febrero de 2011

Reagan trae lecciones para Obama en el centenario de su nacimiento

Igual que el líder republicano, el ahora presidente llegó a la Casa Blanca apoyado en un carismático discurso de cambio, en su capacidad de inspirar a un país deseoso de cerrar una era política.

Estados Unidos celebra este domingo el que hubiera sido el 100º cumpleaños de Ronald Reagan, un líder cuya huella en Washington ha calado incluso en Barack Obama, de ideología opuesta pero heredero del idealismo que revivió al país en los 80. Un siglo después de su nacimiento y treinta años desde su llegada al poder en 1981, la sombra de Reagan, fallecido en 2004 tras una larga lucha contra el alzhéimer, sigue rondando el Despacho Oval.

Quien lo ocupa ahora representa, en teoría, todo lo contrario a lo que encarnaba el líder republicano, cuya tradición de liberalismo económico y conservadurismo social marcó una agenda que su partido aún mantiene en su oposición al Gobierno demócrata. Pero igual que el gran comunicador, Obama llegó a la Casa Blanca apoyado en un carismático discurso de cambio, en su capacidad de inspirar a un país deseoso de cerrar una era política. "Como Reagan, Obama tiene un don de habla y una personalidad que le permiten llegar directamente al pueblo estadounidense, como pudimos ver en su discurso posterior al tiroteo de Arizona", dijo el experto en presidencia Allan J. Lichtman, profesor de historia en la American University de Washington.

El líder demócrata ha afrontado además un revés similar al que vivió el republicano a mitad de su primer mandato, en unas elecciones legislativas determinadas por la frustración económica y el alto índice de desempleo. "En el caso de Reagan, la economía acabó recuperándose, su popularidad remontó y ganó fácilmente la reelección en 1984. Obama parece estar siguiendo un camino similar", aseguró Lichtman.

Una de las claves para forjar ese camino parece estar en las lecciones aprendidas del icono republicano, como demostró Obama en su reciente discurso del Estado de la Unión, cuajado de propuestas dignas de Reagan como la congelación de los gastos prescindibles y de los sueldos federales. Para Stephen Hess, ex asesor de los presidentes Dwight Eisenhower y Richard Nixon, fue el "tono optimista" que Obama utilizó en ese discurso el que le acercó a Reagan, quien solía repetir una y otra vez su fe en el destino glorioso del país. "Creo que el optimismo era una cualidad natural de Reagan, y no tanto de Obama. Y es una herramienta política muy útil en tiempos difíciles", dijo a Efe Hess, quien subrayó el abismo ideológico que separa a ambos presidentes.

En efecto, parece improbable que el renovado centrismo de Obama le conduzca a abrazar uno de los grandes lemas de Reagan, el de "el Gobierno no es la solución, es el problema". Pero con un bache económico que no termina de remontar y una guerra abierta a su gran apuesta social, la reforma de salud, el presidente sí puede confiar en que su trayectoria se acerque a la de Reagan, que perdió empatía con el país durante la recesión y sólo volvió a ser el gran comunicador cuando los bolsillos estuvieron llenos.

El gran líder de los 80 sigue siendo hoy el icono conservador por excelencia, el presidente que todos los candidatos presentaban como modelo en las primarias republicanas de 2008. Esa posición, que no han logrado arrebatarle George H. W. Bush ni su hijo, ha facilitado la estrategia de Obama para persuadir a la oposición en algunas de sus propuestas clave, como el nuevo tratado START de desarme nuclear con Rusia firmado esta semana. "Muchos conservadores olvidan que Reagan fue un líder del movimiento a favor del desarme y la abolición de las armas nucleares. Él habría apoyado vehementemente el tratado de Obama", opina Lichtman. Al fin y al cabo, el gran deseo del orador forjado en Hollywood parece resonar también en la cabeza del líder labrado en Harvard: "Ser recordado como el presidente que hizo que los estadounidenses volvieran a creer en sí mismos".