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domingo, 24 de julio de 2011

La sucesión de Chávez


En la historia universal y en particular en la de  nuestro país, la sucesión de un caudillo es algo inédito, nadie sabe quién o quiénes lo relevarán en el mando, porque generalmente se produce una pugna  entre quienes le rodean, excepto que sea sustituido mediante el voto universal, directo y secreto, tal como está planteado y es factible que se produzca  en Venezuela en las elecciones de 2012.
         De allí que lo menos traumático, lo menos riesgoso, para los venezolanos sería que la Alterativa Democrática gane las elecciones presidenciales, si el General Rangel Silva no decide cumplir sus amenazas de desconocer los resultados electores. En ese caso la sucesión de Hugo Chávez seguiría siendo inédita. Nadie sabe si el Jefe del Comando de Operaciones Conjuntas (COC) será oído o desoído por sus subalternos, por la Fuerza Armada como institución, e incluso qué podrá pasar en las calles de las principales ciudades del país, ante en una posible movilización de los electores burlados y del pueblo en general que aspira a la consolidación de un gobierno democrático, federal y alternativo como lo establece la constitución nacional. Para esto último se requiere elegir un candidato que tenga peso específico personal, que su voz sea oía y respetada en la Fuerza Armada y en el pueblo, que asuma desde su proclamación como Presidente, la Comandancia en Jefe de la Fuerza Armada, dispuesto a correr todas las consecuencias que se desprenden de  un cambio de una autocracia por un gobierno democrático. Nada fácil, pero posible,  e imprescindible para el rescate de las libertades públicas en nuestro país y  para reconstruir una nación dividida y lograr una convivencia civilizada, sin exclusiones y sin retaliación alguna, en la que impere el Estado de Derecho.
         Cualquiera sea la modalidad de la sucesión del Comandante Presidente, los venezolanos viviremos momentos difíciles, muy complicados o  por lo menos muy tensos si se impone la racionalidad. En el caso de muerte del Presidente, lo cual no es deseable para ningún cristiano o ciudadano democrático, los mecanismos para sustituirlo en el poder están establecidos en la Constitución vigente, pero ello no parece ser garantía de que los chavistas que controlan la Asamblea Nacional y el Poder Judicial, estén dispuestos a respetarlos. Es decir, encargar el Vicepresidente para que termine el período constitucional y el CNE continúe con el proceso electoral en forma pacifica y transparente, presionado por las circunstancias.
         De acuerdo con las informaciones que circulan en los medios políticos nacionales, que revelan la existencia de grupos chavistas, civiles y militares enfrentados, sin que entre ellos surja un liderazgo respetable para la mayoría, lo que se vislumbra es un forcejeo que puede dar origen a peligrosos episodios de violencia, sólo evitable si la Institución Armada decide desarmar a los civiles, sin descartar cierta resistencia por alguos grupos formados por los más fanáticos defensores de la autocracia chavista.
         Y aunque el Presidente no muera antes del 2012, como lo desea el mundo democrático, pero como consecuencia de su grave enfermedad llegase a no poder ejercer las funciones de un Jefe de Estado, la difícil situación que atravesará la nación será igualmente de resultados impredecibles. Los grupos chavistas en pugna tratarán de abrirse paso hacia la sucesión al margen de la legalidad, como han venido actuando por estímulo del discurso virulento de su caudillo.
         Todo indica que lo peor que le ha sucedido a nuestra nación es haber elegido a un Presidente con una concepción personalista, caudilllesca, autoritaria del ejercicio del poder. No sólo por lo que ha significado como un retroceso en la consolidación de la democracia que venía evolucionando desde la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, con la interrupción de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, sino también porque al considerarse único, con mandato providencial de la historia para hacer una revolución, eterno en el poder, no permite que a su lado, en su caricatura de partido, surja uno o varios dirigentes que lo puedan sustituir democráticamente. Hugo Chávez no sólo se ha rodeado de fanáticos e incapaces, porque todos no lo son, sino de logreros y oportunistas que lo apoyan a él como lo harían con cualquier gobernante complaciente o cómplice que les permita enriquecerse ilícitamente. Por eso la corrupción administrativa es mayor en su gobierno que en la que ha existido a lo largo de nuestra historia contemporánea, tal vez únicamente comparable con la  que se produjo durante la dictadura de Juan Vicente Gómez, en un país de analfabetos, fácilmente manipulable por un tirano apoyado y justificado por un grupo de teóricos y apoyadores del ¨cesarismo democrático¨.
         Ante este deslumbrante y peligroso panorama político de hoy y del próximo año, cuando nos corresponde por mandato constitucional elegir un nuevo Presidente de la República, los venezolanos no debemos ni podemos equivocarnos. Para ello hay que poner de lado las emociones del momento, la propaganda mediática, los cálculos personales o de grupo, y meditar acerca del candidato que vamos a elegir en las primarias de la MUD, para enfrentar a Hugo Chávez o a quien él escoja como su supuesto heredero. Sin negar méritos a ninguno de los precandidatos, pienso que hay que reflexionar en torno al momento complicado y complejo que atravesaremos en los próximos meses.
En nuestra opinión el país requiere un candidato del coraje y la empacadura intelectual y presidencial de Antonio Ledezma, quien por ahora no aparece favorecido por las encuestas, lo cual no le preocupa en demasía, porque igual figuración le asignaban las mismas encuestadoras cuando fue candidato a la Alcaldía Metropolitana, y todos conocemos los resultados: derrotó a Aristóbulo Istúríz y a Hugo Chávez en Caracas. El país, me decía un amigo y prominente economista, puede seguir el ejemplo que Caracas dio.  

 Fuente :Juan Páez Ávila