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domingo, 18 de septiembre de 2011

La misión del periodista


No existe libertad de prensa sino de empresa, donde el mayor postor es el que tiene la razón en nuestra sociedad  donde no hay empleos y para poder subsistir hay que tener varios (pluri empleos).
El periodista ante todo, tiene que expresarse libremente y nadie está obligado a leer lo que no le gusta o no le cae bien, o como le conviene al lector. Luego, el periodista debe informar las noticias de toda índole, y también tiene el derecho de opinar a través de sus medios. Ante todo, hablar de periodismo, hay que hablar que la libre expresión, es sinónimo de democracia y no allanarse a obedecer el manipuleo de grupos minoritarios.
Hoy los periodistas salen a luz con sus informes y comentarios a todo el mundo, y por lo tanto el componente de lectores es totalmente heterogéneo, no todos estamos preparados para interpretar lo que dicen. Por ello, en muchos casos es motivo de charlas y comentarios en bares, lugares de trabajo, etc., entre lectores para sacar una lectura de lo informado u opinado por el periodista; muchas veces no se puede hablar de lo que sucede BAJO EL AGUA, simplemente porque el pescado tiene muy mal olor, y no es saludable.
El  periodismo SIEMPRE se tiñó según la bajada de línea de los dueños de los medios pero, en otras épocas, no muy lejanas, existían "referentes" que no transaban y daban mesuradamente su propia opinión. Hoy los "periodistas independientes" son simples voceros muchos de ellos en el exilio.
El ciudadano común debe ver debajo del agua para sacar alguna conclusión más o menos verídica de los hechos. El  periodista debe informar, decir la noticia e investigar. No hacer la noticia opinada, porque allí es donde se distorsiona la realidad de acuerdo a la subjetividad de cada periodista y deja de ser imparcial. Lamentable  se sienten actores importantes en la realidad y la quieren modificar a su antojo. Debe dejar el análisis a la gente, solo debe mostrar lo sucedido.
El periodista debe ser imparcial apegado a la ética periodística y jamás tener doble moral.

martes, 6 de septiembre de 2011

Los Conflictos en el mundo

La resolución de los conflictos es la exploración de los medios por los cuales conflictos y controversias pueden solucionarse. Para muchos jóvenes, conflicto es sinónimo de violencia. Pero la violencia, en realidad, sólo es una de las numerosas respuestas posibles a un conflicto. 

Las resoluciones no violentas de conflictos se pueden aprender y aplicar de manera constructiva a los desacuerdos a nivel personal, comunitario, nacional, mundial o entre grupos.




Los medios de comunicación de todo el mundo dedican mucha atención a los acontecimientos violentos. Incluso en los medios cuyo objetivo es entretener, las imágenes violentas son habituales. De este modo interiorizamos “conflicto” como sinónimo de “violencia”, cuando no son la misma cosa. Para los niños y los jóvenes es importante entender que los conflictos son algo habitual en nuestro día a día pero que la violencia no es necesariamente el resultado de un conflicto. La violencia es una respuesta aprendida y si la violencia se puede aprender, existen otras respuestas posibles que también se pueden aprender.
La educación puede ayudar a tener una visión más amplia de los conflictos:
  • Explorando situaciones conflicto que desembocan en violencia y otras que no lo hacen.
  • Analizando los conflictos que ocurren inevitablemente entre la gente respecto a ideas, valores, posiciones y perspectivas sobre una amplia gama de problemas.
  • Reflexionando sobre como los conflictos pueden desembocar en violencia si no se tratan de manera constructiva. 

 Educación :

El objetivo de las iniciativas educativas relacionadas con resolución de conflictos no puede ser eliminarlos, porque los conflictos son parte de la vida. Pero las escuelas pueden ayudar a los jóvenes a aprender que tienen que elegir entre distintas maneras de reaccionar ante un conflicto:
  • Pueden desarrollar habilidades de negociación y de resolución de problemas que les permitan considerar el conflicto no como una crisis sino como una ocasión de cambio creativo.
  • Pueden aprender a aplicar estas habilidades a los conflictos que forman parte de sus vidas cotidianas: conflictos con amigos, con la familia e incluso con los profesores.
  • Pueden reflexionar acerca de cómo esta aproximación a la resolución de problemas podría aplicarse a los conflictos vinculados con diferencias religiosas y étnicas, con los recursos, las fronteras o las diferentes ideologías políticas dentro de su comunidad, su país, o en el mundo entero.
En algunos casos, este enfoque educativo es terapéutico: Para los niños y niñas que se han criado en situaciones de violencia, aprender a resolver conflictos puede formar parte de un proceso de superación y resiliencia, proporcionándoles estrategias prácticas de afrontamiento y un mayor sentimiento de control sobre sus propias vidas.
Al mismo tiempo, la educación en los conflictos y su resolución es preventiva. Al adquirir unas capacidades y unas aptitudes de promoción de la paz, los jóvenes tienen la ocasión y la responsabilidad de actuar para fortalecer la cultura de la paz en un mundo devastado por la resolución inadecuada de los conflictos.

Conceptos a tener en cuenta :

  • EDUCACIÓN RELATIVA A LA PAZ. Trata la paz como una materia, y se concentra en problemas como el desarme, las instituciones internacionales, la cuestión nuclear y el desarrollo, así como en estudios de casos de guerra y de paz y en el trabajo de pacifistas famosos.
  • EDUCACIÓN PARA LA PAZ. A lo anterior, suma el desarrollo de las habilidades y las aptitudes necesarias para alcanzar la paz y la cooperación. Estas pueden incluir el autoconocimiento y el refuerzo de la autoestima, la participación en la comunidad, la comunicación, la gestión de conflictos, la práctica de la no violencia, la tolerancia frente a la diversidad y la adquisición de estrategias de afrontamiento pacíficas.
  • PAZ NEGATIVA. Hace referencia a la ausencia de guerra y a la reducción de los conflictos violentos. De acuerdo con Johan Galtung, es la concepción predominante en occidente, pone el énfasis en la ausencia de guerra y de violencia física. La paz sería simplemente la "no-guerra", consistiría en evitar los conflictos armados.
  • PAZ POSITIVA. Incluye la ausencia de guerra, pero también la promoción de cambios sociales que lleven a una mayor igualdad de oportunidades, armonía social, justicia y solidaridad, para evitar algunos de los factores que perjudican la calidad de vida y promueven un clima de violencia. La paz positiva es imposible sin justicia social y económica, sin la eliminación de la pobreza y de la discriminación y sin equilibrio ecológico.
  • VIOLENCIA ESTRUCTURAL. No se refiere a la violencia física evidente sino a la violencia más insidiosa como la producida por la pobreza, la discriminación y las violaciones de los derechos humanos. Donde las instituciones o los sistemas sociales dan poder a ciertas personas privando a otras de sus Derechos Humanos fundamentales, se puede hablar de violencia estructural.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Libia y las injustificaciones injustificables


El silencio y las disimuladas justificaciones de los ataques criminales que la OTAN ha protagonizado contra el pueblo de Libia, son una demostración no sólo de las alineaciones con “algunas” prácticas imperiales, sino también de las desviaciones ideológicas que pueden convivir dentro del proceso revolucionario que intenta consolidarse en medio de tales contradicciones.
Mientras unos sectores, de manera abierta y diáfana condenan la intervención extranjera, a pesar de las diferencias sustanciales con las políticas entreguistas del propio líder Muammar Al Gadafi, otros menos invisibilizados, escudan sus argumentos en la condición de “dictador” del líder libio. Lo cual de una manera u otra justifica a su juicio el crimen que se comete en ese país norafricano. Casi dicen: bien hecho…eso es por culpa de Gadafi…esperemos que Gadafi se vaya y luego recogemos los cadáveres…después celebraremos. E incluso son capaces de comparar las dignas manifestaciones populares que se produjeron en Egipto, Tunes, Bahrein, etc. (las cuales casualmente Estados Unidos no apoyó) con el golpe de estado progresivo financiado y armado por el enemigo natural de cualquier revolucionario: el imperialismo.
Claro que sabemos quién es Gadafi, también sabíamos quien era Noriega, para cuya captura le fue necesario a Washington bombardear a la población panameña de El Chorrillo y masacrar a miles de inocentes. Y nos preguntamos ¿acaso el imperio diferencia entre un presidente demócrata como Allende y un dictador como Sadam Husein? Por supuesto que no. Estados Unidos no tiene amigos. Utiliza a los gobernantes a su antojo y cuando no le son ya útiles o representan intereses contrarios a los suyos los derroca y asesina. A la Casa Blanca no le preocupan los pueblos ni la democracia, precisamente.
La revolución verde, liderada por Muammar Al Gaddafi, quien de alguna manera ocupó en un tiempo el lugar de Gamal Abdel Nasser – luego de su muerte- con la propuesta del Panarabismo, fue perdiendo posición y respeto en el mundo árabe, debido principalmente a las flexibilizaciones que provocó la presión y constantes ataques militares contra Libia por parte de Estados Unidos. Libia, después de haber ocupado un lugar en la lista de países terroristas, se unió al coro de naciones que no sólo se consideraban “aliadas” de Estados Unidos y Europa, sino que además se le consideraba para sufragar gastos de campañas electorales, como fue el caso de Nicolas Sarkozy en Francia.
En tiempos de amistad con la Unión Soviética, Gaddafi -en la década de los 80- fue objeto de ataques por parte de los gobiernos de Estados Unidos. Durante el bombardeo ordenado por Ronald Reagan (1986) fue muerta una de las hijas del líder libio. Si fue por las presiones o por sus propias contradicciones, Gaddafi a finales de los 90 fue “perdonado” por las potencias occidentales que borraron a Libia de los países señalados como parias, para incluirlo como miembro pleno de la llamada comunidad internacional. Entonces los presidentes de Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido e Italia se hacen sus “amigos”. Esto unido al ingreso en Libia de las transnacionales petroleras, a las cuales se le entregó en gran medida el negocio del crudo, lo hizo el aliado de Washington y Europa en el corazón de la Africa árabe.
Gadaffi, además le dio la espalda a las luchas de los grupos de liberación de Palestina; persiguió a los africanos que intentaban ingresar al viejo continente, huyendo del hambre. Eso lo sabemos, como sabemos de la sociedad de Sadam Husein con Estados Unidos y de las masacres contra la población kurda. Pero como no tiene justificación ninguna estas desviaciones tampoco los crímenes de lessa humanidad, por ello no se puede apoyar que fuerzas extranjeras bombardeen un país, masacrando a la población civil, devastando la estructura e imponiendo el gobierno que le venga en gana.
El asalto contra Libia es además una embestida contra la unidad de los países del Africa; una agresión contra los proyectos de integración Sur-Sur; un ataque a la moneda única para el continente negro. En fin, es la continuación de los planes de desintegración que Washington anunció desde hace un tiempo. Se pretende así darle un nuevo rostro al Medio Oriente y Muammar Al Gaddafi es una excusa más.
Si los llamados “rebeldes” actúan de manera legítima porqué han sido apoyados por los sionistas. Porqué el mercenario intelectual  Bernard-Henri Lévy, amigo y aparentemente asesor de Nicolas Sarkozy le convenció de apoyar a los “rebeldes” libios y ha tenido abierta participación en los sucesos en Bengasi. Levy además es uno de los responsables del burdo montaje de la supuesta toma de la plaza verde.
Los ataques contra la residencia del embajador de Venezuela en Libia, Afif Tajeldine y contra nuestra embajada en Tripoli, dan cuenta de que los supuestos “rebeldes” que hemos visto besando la bandera de Estados Unidos son realmente terroristas, mercenarios a los pies del tío Sam, que a sangre y fuego pretende apropiarse de los recursos naturales, minerales, energéticos de todos los pueblos del mundo.
Quién puede asegurar si Sadam Husein merecía el final que tuvo; quizás Noriega; tal vez Muammar Al Gaddafi, pero estamos seguros que el pueblo inocente de Libia no. No es momento de condenar a Gaddafi sino de defender sin miramientos al pueblo libio perseguido por los terroristas financiados por nuestro enemigo natural, el imperio. No podemos justificar lo injustificable.

Pablo Milanés se define en una carta abierta

El cantautor cubano Pablo Milanés, de visita en Miami, ha decidido responder con esta carta abierta a un artículo publicado el 26 de agosto de 2011 por el comentarista Edmundo García, en el cual cuestionaba el comportamiento del artista y sus declaraciones a la prensa en Estados Unidos.



Edmundo,
Hace años estás intentando hacerme una entrevista sin éxito, hasta el punto de resultar insoportablemente insistente porque además, para colmo, en tu petición posteriormente iban tus entrevistas adjuntas, esas entrevistas que no tuve más remedio que clasificar como “correo no deseado”, para al fin librarme de ellas.
En esa primera ocasión en que nos encontramos, ibas oportunamente mal acompañado y no tuve más remedio que pensar para mis adentros “Dios los cría…”. No obstante te explicaré por qué nunca hubiera hecho una entrevista contigo: vi en ti, con mi intuición natural para esas cosas, las nueve señales del hijo de puta que son, no sé si sabes, clasificaciones que hizo Don Camilo José Cela, en su novela “Mazurca para dos muertos” y que ha llegado a ser, en la historia, famosa por su visión extraordinaria de lo que es un ser execrable a primera vista. Voy a mostrarte esas nueve señales que son:
1. Pelo ralo
2. Baja estatura y canijo
3. Cara pálida
4. Barba por parroquia
5. Manos blandas, húmedas y frías
6. Mirar huido
7. Voz atiplada
8. Pijo flácido y doméstico
9. Avaricia
Con esta referencia sobra decirte por qué nunca he confiado en ti.
Edmundo, tienes una forma de hacer periodismo que no es tal; coges a tus víctimas (a tus entrevistados), no los indagas, los cuestionas, los destrozas con una autoridad que no sé cuál ser poderoso te ha otorgado y terminas triunfante ante una persona apabullada por el terror de tus palabras que recuerdan un viejo estilo autoritario, ridículo y obsoleto. Esa es a mi juicio la esencia de tu programa.
Cuando leí tu panfleto mi primera reacción fue ver a una niña en la pubertad, asombrada y ruborizada ante su primera menstruación, miedosa de cometer pecado ante una manifestación natural de su desconocido organismo. Esa fue la primera impresión, pero la segunda, fue más solemne y peligrosa: me di cuenta de que no solamente eras todo lo que yo había pensado, sino más aún, estabas ingresando en ese grupo selecto de la ultraderecha miamense que no admite reconciliaciones, críticas y que cuyo único neolítico gesto es romper discos con aplanadoras. Tú, al igual que ellos, no quieres amor, quieres odio, tú al igual que ellos, no quieres reconciliación, quieres rencores y desunión, tú en suma, no quieres al pueblo cubano, ni de allá ni de acá. Edmundo, tú no quieres a nadie y no me hubiera extrañado verte en esa “enorme” turba gritando “Abajo, abajo”, donde sin duda alguna hubieras sido bien recibido.
Has insinuado que la prensa de Miami y España se aprovecha y utiliza mis palabras en vez de beneficiarme de ese espacio para arremeter contra el imperialismo. Edmundo, estás equivocado, soy yo el que me sirvo de esos periódicos para que difundan las entrevistas que en Cuba me están negadas y que sueño con que aparezcan en el Granma y las lea todo el pueblo y que un sólo periodista, uno sólo de los tantos miles que hay en la isla, tenga lo que hay que tener para dar a conocer lo que tantos años llevo expresando; es más, como un punto de partida planteo que tu panfleto y esta carta se publiquen en el Granma y que el pueblo las lea, piense, sepa discernir por si mismo, y de una vez, dónde está la verdad y vayamos por el camino de las libertades individuales que tenemos que rescatar y que tú con tu actitud estás negando.
A mi regreso a La Habana y en concordancia con el párrafo anterior, le digo por este medio a la intelectualidad cubana, a los artistas, a los músicos y a los altos cargos del Estado, que no me susurren más al oído: “estoy de acuerdo contigo pero… imagínate!”. Yo no estoy arrepentido de incinerarme sólo en mi actitud, pero es triste y vergonzoso que haya un silencio cómplice tan funesto como tu manifestación, Edmundo. Estas dos conductas, una en Miami y otra en La Habana, increíblemente al final convergen en su propia contradicción.
Sobre la intelectualidad miamense que comentas que me ha apoyado en sus artículos, te diré que no tengo absolutamente ningún miedo ni prejuicio en recibir una frase amable y receptiva. No soy su compañero de viaje, pero Edmundo, me gusta sumar mientras que a ti te gusta dividir porque de eso vives, para eso estás en esta ciudad.
También te has atrevido a decir que he mal influenciado a artistas del talento y el prestigio de Serrat, Sabina, Víctor Manuel y Ana Belén. No hay duda de que en este terreno también eres un ignorante, debías de saber que Juan Manuel Serrat es uno de los hombres más admirados por su entereza, caballerosidad y su limpieza durante toda su vida, y su posición ante el franquismo arriesgando su carrera y su vida, lo llevó hasta la cima de la dignidad. Que Joaquín Sabina, que a los 23 años se exilió a Inglaterra en su oposición a Franco y a su propio padre, es uno de los artistas más sinceros y honestos que conozco (esto lo sabe bien Fidel) independientemente de su talento. Que Víctor Manuel y Ana, antes de nacer tú, y andar por esos rumbos inciertos, que todos conocemos, para llegar a ser el extremista que eres hoy, pertenecían al Partido Comunista de España, en la época de Franco, y eso, Edmundo, les pudo costar la vida. Esas personas que tú no has respetado, tienen talento propio, criterios propios y no se dejan influenciar por nadie, al contrario porque son ciertamente su talento y sus principios los que han influenciado a medio mundo.
Edmundo, mis 53 años de militancia revolucionaria me otorgan el derecho, que muy pocos ejercen en Cuba, de manifestarme con la libertad que requieran mis principios y esa libertad implica que no tengo ningún compromiso a muerte con los dirigentes cubanos, a los que he admirado y respetado, pero no son Dioses, ni yo soy fanático, y cuando siento que puedo hacer un reproche y decir no, lo digo, sin miedo y sin reservas. Cuando veo que unas señoras vestidas de blanco protestan en la calle y son maltratadas por hombres y mujeres, no puedo por menos que avergonzarme e indignarme y, de algún modo, aunque no estemos de acuerdo  absolutamente, solidarizarme con ellas en su dolor; porque lo más vil y lo más cobarde puede ser que una horda de supuestos revolucionarios ataque despiadadamente a estas mujeres. No hay ningún código que defienda eso en el mundo, es más, la violencia de género se queda corta al ver esas salvajes manifestaciones. Estos dos conceptos que te he expresado, pero tú no has entendido – no hay duda de que estás en tu época de infantilismo revolucionario -, no implica que esté en desacuerdo con Fidel y tampoco implica que esté de acuerdo con las Damas de blanco. Pero tú vas al blanco o al negro, (más al negro que al blanco) y no tienes matices y los años irremediablemente te van a hacer aprender lo que es un verdadero revolucionario o inexorablemente vas a ingresar en ese mundo en el que he visto a tantos como tú, vagando, perdido en la nada.
Edmundo, ayer creo que sufriste un revés que no te apliqué yo precisamente, sino los varios miles de personas que asistieron a un recital, carísimo para su bolsillo en crisis, demostrando que es posible el amor, que si anteayer decían “No” y ayer decían “Tal vez”, hoy dijeron “Sí”, un sí contundente, más fuerte que tus sucias y ofensivas palabras.
Edmundo, te invito a que cojas tus maletas y regreses a tu país y allí tengas el valor de denunciar todo lo malo que veas, porque Edmundo, te advierto, esa lucha sí es dura y no te calles como esos miles periodistas de allá, cómplices lamentables del silencio.
En muchas ocasiones he dicho que me sentaré en el portal de mi casa para ver pasar el “cadáver” de mis enemigos, ahí te espero.
Solamente te exijo una cosa: saca mi nombre definitivamente de tu boca irrespetuosa y falsa, son demasiados los méritos que me ha otorgado el pueblo para que un desalmado como tú los manche con sus sucias palabras.
Pablo Milanés
Miami, 29 de agosto de 2011
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Pablo Milanés reniega de la cruz de su parroquia
Por EDMUNDO GARCIA
Viernes, Agosto 26, 2011
El pasado 13 de agosto, casualmente día del cumpleaños de Fidel, el periódico EL NUEVO HERALD publicó una entrevista de Sarah Moreno a Pablo Milanés con el título “Milanés critica falta de libertades y discriminación en Cuba”.
En la extensa conversación Pablo mostraba un adelanto de lo que serían sus declaraciones para Miami. Daría un paso adelante, e inmediatamente tres para atrás. Pablo hace tiempo que tiene reservadas todas las críticas para la Revolución cubana y sus dirigentes; pero para Miami, desde donde tantos actos de terror se han fraguado y dirigido contra su patria y su pueblo, contra ese Miami, ni una crítica chiquita. No lo toca ni con el pétalo de una rosa.
Hace algún tiempo que llegué a la conclusión de que Pablo, con este tipo de opiniones, contribuyó (y no poco) a la confusión y al distanciamiento de Cuba de nombres como los de Ana Belén, Víctor Manuel, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina y otros que habían estado cerca y con Cuba por décadas. Y esto, durante la más intensa de las campañas mediáticas de difamación que haya existido contra la isla. Y es que Pablo, el revolucionario, siempre fue un referente para muchos en el mundo.
Sin esa Revolución a la que tantas manchas le ve y a la que tanto critica; sin esos dirigentes que la hicieron y hoy la reforman y perfeccionan junto al pueblo cubano; sin las dinámicas que generaron la estética cultural en la cual el querido Pablo se insertó para beneficio de su crecimiento como artista, no hubiera pasado (pienso yo) de ser un bolerista con una guitarra en un bar de Bayamo, o en el mejor de los casos de La Habana.
Pablo lleva tiempo bajándonos el eufemismo de que no cree en dirigentes que hayan cumplido 75 años o más; ayer lo dijo al fin claramente al canal Univisión de Miami. Pablo no cree entonces ni en Fidel ni en Raúl. Confesó a la periodista Gloria Ordaz que había sido fidelista, pero que ya no lo era; y que no le dedicaría un concierto a Fidel, pero que sí lo haría para las llamadas Damas de Blanco y los llamados presos políticos en Cuba. ¿Será por esto que Carlos Alberto Montaner ha salido a apoyar su presencia en Miami? Quien sabe si hasta Posada Carriles esté contento también con estas declaraciones.
Como adelanté la semana pasada, Pablo me dio la razón: se autocensurará su repertorio, dejando claro que no incluirá en su concierto en el American Airlines Arena del Downtown de Miami canciones como “Para vivir”, “Canción por la unidad Latinoamericana” y “Si el poeta eres tú”. Ni siquiera incluirá “Amo esta isla”, que bien pudiera cantarse en el restaurante Versailles de la Calle 8. Y todo esto, nuevamente, para no herir a Miami. Para colmo, después de todo, tengo que escucharle su insistencia en declararse revolucionario de izquierdas.
Le pudiera pasar como a Obama, que tratando de complacer a una derecha que nunca lo aceptará, ha enajenado su base. Que al Presidente le dio el poder, y a Pablo, le dio la fama.
Sinceramente le deseo una buena noche. Con gran asistencia de público y otros dividendos. Aunque bien sé que tras el descafeinado concierto, muchos se quedarán con ganas lamentando tanta prudencia.

Edmundo García                                                                                                                             Periodista Independiente                                                                                                                Conductor del Programa “La Tarde se Mueve”.
Tomado de Generación Cambio Cubano